Animada por mi madre me decido a relataros mi experiencia en todo el proceso de medicina, esperando sobre todo dar esperanzas a las personas que este año no les sea posible comenzar la carrera de su sueños. No es más que otra de las muchas historias derivadas del mal sistema que caracteriza a la Universidad española. No he sido la más ni la menos afectada, sino una más.
Todo empezó estando yo en 3º de la eso; jugaba un deporte profesional y desafortunadamente tuve una lesión importante que me obligó a andar de hospital en hospital hasta que se confirmó lo peor: había que operar. Tras superar este período me dije: “quiero estudiar medicina del deporte”.
Se podría decir que ese infortunio junto a las ansias de mi familia porque me convirtiera en la 8ª generación de médicos por rama directa, me ayudó a seguir firme con mi decisión y acabé 4º de la eso con una media de 9.1. Todo iba bien encaminado.
Pero llegó 1ero de bachiller, y debido a múltiples factores situacionales, emocionales y familiares mi nota media se vio reducida hasta el 8.25; claro que no le di importancia, pensaba que sería suficiente, al menos para acceder a alguna de la Universidades. Ese año la nota de corte más baja en Medicina rondó el 7.90. Estaba “ahí ahí”, ya no era tan claro.
Empecé 2º de bachiller “cagada de miedo”. Fue uno de los mejores y peores años de mi vida como estudiante en el instituto. Nunca me había planteado estudiar otra cosa que no fuera medicina; la idea de cualquier otra carrera me horripilaba, no me veía de veterinaria, ni de bióloga, ni de química… y después de 2 años en un bachiller de ciencias, ¿me iba a meter a una carrera de letras? ¡Me parecía un disparate! El resultado final fue de un 8.75, que junto a mi nota de 1ero se convirtió en un 8.5.
Como nadie sabía en qué acabaría la nota ese año (2009), cogimos nuestros “bártulos” y tras el acto de graduación y perdiéndonos la cena y la fiesta consiguiente, salimos rumbo a Navarra. Al día siguiente fue el examen.
Al llegar allí fue cuando “desperté” y me di cuenta de la magnitud del asunto. Era la 2ª convocatoria al examen de entrada y éramos unos 1200 estudiantes. El examen me pareció difícil, inalcanzable, pero pensé “si para mí resultó difícil, igual para el resto”.
El día antes del 1er examen de la PAU me llega la noticia; no había sido admitida en Navarra, todo dependía de los siguientes 3 días, mi futuro profesional se vería resuelto en un abrir y cerrar de ojos. El tomármelo así fue lo que me hizo “fracasar”, y pongo comillas porque al final acabé con un 8.00, que en mi opinión, no es una mala nota.
Aún así seguí esperanzada pensando en ese 7.90 del año anterior. Cogimos mi madre y yo y “lanzamos”preinscripciones a todos las Universidades españolas. Fue uno de los peores veranos que recuerdo, pendientes de cada una de las nuevas reasignaciones. Llegamos incluso a ir a Bilbao y ver ante nuestros ojos como medicina cerraba en 8.27. A mediados de agosto ya no guardaba tantas esperanzas. Mis padres me habían ofrecido la posibilidad de ir a la Europea, pero no quería suponerles tanto gasto y de verdad creía que entraría en Cataluña. Pero no fue así.
Viendo lo negra que estaba la situación me puse a estudiar de nuevo la PAU y me presenté ese mismo septiembre. El 1er examen me salió tan catastrófico que estuve apunte de abandonar, pero finalmente “llegué"hasta mi actual 8.3 y decidí esperar un año.
Me metí en Enfermería. Mis padres pensaron que me vendría bien empezar a inmiscuirme en el mundillo sanitario, y además, estaba a 10 min de la puerta de mi casa. En principio la detestaba con toda mi alma. Fue un año duro y llegué a dudar de mi vocación por la medicina, pero entonces llegaron las prácticas, y fue cuando realmente supe lo que quería. Tras ese mes de prácticas todo cambió. Me dio la fuerza necesaria para seguir adelante con lo que de verdad quería.
Dos meses antes de la PAU y en plena jornada de exámenes de enfermería, llamé al Vicerrectorado para informarme de cómo harían con mi nota, pues sabía que este año sería sobre 14. Cuál fue mi sorpresa al escuchar que tendría que volver a examinarme de las específicas. Aquello me pareció injusto. Yo ya me había examinado de mis específicas, ¿por qué otra vez? Del susto fui ese mismo día a apuntarme a una academia para preparar la PAU. Gracias a dios fue una falsa alarma; todavía no se había decido qué hacer con "nosotros", y al final se nos ponderó la nota: tenía un 11.500.
Para que no volviese a ocurrir lo del año anterior decidimos apuntarnos no a una privada ¡sino a tres! Las tres en Madrid. Esto supuso un gran desembolso entre idas y venidas (exámenes, entrevista personal…). Al final me comunicaron que había sido admitida en 2 de ellas, Alfonso X y la Europea. Debido al poco margen que daba Alfonso X para decidirse, me matricule en la Europea.
Cabe destacar que antes del desembolso de los 1800 e de la matricula (que no devuelven), mi madre llamó al País Vasco, pues estaba a 3 centésimas de entrar, y preguntó mi puesto en la lista de espera. Por supuesto no se lo dijeron e incluso le dijeron de muy malos modos que no tenía ninguna opción de entrar en septiembre. ¿Ninguna opción a 0.003? =S Y como de Cataluña no se podía saber nada lo tuvimos que hacer.
A la semana me comunican que he sido admitida en la UAB. ¡Ya estaba! La primera pública en la que había sido admitida, ¡qué alivio! Ahora solo faltaba encontrar una residencia. Pero mi padre no estaba muy satisfecho; el idioma le daba miedo y también la distancia, casi 1000 km. Así que cuando me comunicaron que había sido admitida en el CEU no se lo pensó y dijo que él lo prefería.
Y aquí estoy ahora, después de un año, preuniversitaria de medicina en la Universidad San Pablo CEU.
Ayer fui admitida también en Santiago, y estoy segura que en septiembre lo seré en Bilbao, pero la decisión ya es firme. Uno necesita saber dónde va estudiar o dónde va a vivir el próximo curso. Yo al menos, hasta que no tomamos esta decisión no podía estar tranquila.
Y podría pensar: “después de luchar tanto por una pública, acabo en una privada, contra todo lo que pensábamos mi familia y yo, después de un año de espera hemos tenido que tomar una decisión precipitada, de un día para otro”.Por ello hago otro llamamiento al Distrito Único. No se puede tener en vilo a miles de estudiantes durante todo un verano, un verano que tendría que ser el mejor de sus vidas, pues a partir de septiembre les espera un duro curso.
Y como bien decía una madre en otro post, en plena crisis mundial, y especialmente española, hemos "derrochado"miles de e entre viajes, matriculas… ¡Es una auténtica vergüenza!
Este es el resultado de un mal sistema, un sistema que no está preparado para la creciente demanda en medicina. Solo cabe esperar que aprendamos de nuestros errores, aunque viendo como están las cosas, ya podemos esperar sentados.
Desde aquí mando un mensaje de apoyo a todas las personas que no hayáis entrado aún, o que ni si quiera entréis este año, ¡ánimo! No desesperéis. Si de verdad es lo que deseáis seguir intentándolo. Al fin y al cabo un año no es nada, un año es madurez.
Quiero dar las gracias a mi familia, especialmente a mi abuela y sus ansias porque estudie la carrera que me gusta. Sin su apoyo esta aventura no hubiera sido posible. Y también a todas las personas que me han apoyado, como mis estupendas compañeras de Enfermería.
Y de verdad, ¡ánimo! Como bien nos dijeron el día del examen en el CEU: “éstas han sido las primeras, y por desgracia no las únicas, oposiciones de nuestras vidas”.
Todo empezó estando yo en 3º de la eso; jugaba un deporte profesional y desafortunadamente tuve una lesión importante que me obligó a andar de hospital en hospital hasta que se confirmó lo peor: había que operar. Tras superar este período me dije: “quiero estudiar medicina del deporte”.
Se podría decir que ese infortunio junto a las ansias de mi familia porque me convirtiera en la 8ª generación de médicos por rama directa, me ayudó a seguir firme con mi decisión y acabé 4º de la eso con una media de 9.1. Todo iba bien encaminado.
Pero llegó 1ero de bachiller, y debido a múltiples factores situacionales, emocionales y familiares mi nota media se vio reducida hasta el 8.25; claro que no le di importancia, pensaba que sería suficiente, al menos para acceder a alguna de la Universidades. Ese año la nota de corte más baja en Medicina rondó el 7.90. Estaba “ahí ahí”, ya no era tan claro.
Empecé 2º de bachiller “cagada de miedo”. Fue uno de los mejores y peores años de mi vida como estudiante en el instituto. Nunca me había planteado estudiar otra cosa que no fuera medicina; la idea de cualquier otra carrera me horripilaba, no me veía de veterinaria, ni de bióloga, ni de química… y después de 2 años en un bachiller de ciencias, ¿me iba a meter a una carrera de letras? ¡Me parecía un disparate! El resultado final fue de un 8.75, que junto a mi nota de 1ero se convirtió en un 8.5.
Como nadie sabía en qué acabaría la nota ese año (2009), cogimos nuestros “bártulos” y tras el acto de graduación y perdiéndonos la cena y la fiesta consiguiente, salimos rumbo a Navarra. Al día siguiente fue el examen.
Al llegar allí fue cuando “desperté” y me di cuenta de la magnitud del asunto. Era la 2ª convocatoria al examen de entrada y éramos unos 1200 estudiantes. El examen me pareció difícil, inalcanzable, pero pensé “si para mí resultó difícil, igual para el resto”.
El día antes del 1er examen de la PAU me llega la noticia; no había sido admitida en Navarra, todo dependía de los siguientes 3 días, mi futuro profesional se vería resuelto en un abrir y cerrar de ojos. El tomármelo así fue lo que me hizo “fracasar”, y pongo comillas porque al final acabé con un 8.00, que en mi opinión, no es una mala nota.
Aún así seguí esperanzada pensando en ese 7.90 del año anterior. Cogimos mi madre y yo y “lanzamos”preinscripciones a todos las Universidades españolas. Fue uno de los peores veranos que recuerdo, pendientes de cada una de las nuevas reasignaciones. Llegamos incluso a ir a Bilbao y ver ante nuestros ojos como medicina cerraba en 8.27. A mediados de agosto ya no guardaba tantas esperanzas. Mis padres me habían ofrecido la posibilidad de ir a la Europea, pero no quería suponerles tanto gasto y de verdad creía que entraría en Cataluña. Pero no fue así.
Viendo lo negra que estaba la situación me puse a estudiar de nuevo la PAU y me presenté ese mismo septiembre. El 1er examen me salió tan catastrófico que estuve apunte de abandonar, pero finalmente “llegué"hasta mi actual 8.3 y decidí esperar un año.
Me metí en Enfermería. Mis padres pensaron que me vendría bien empezar a inmiscuirme en el mundillo sanitario, y además, estaba a 10 min de la puerta de mi casa. En principio la detestaba con toda mi alma. Fue un año duro y llegué a dudar de mi vocación por la medicina, pero entonces llegaron las prácticas, y fue cuando realmente supe lo que quería. Tras ese mes de prácticas todo cambió. Me dio la fuerza necesaria para seguir adelante con lo que de verdad quería.
Dos meses antes de la PAU y en plena jornada de exámenes de enfermería, llamé al Vicerrectorado para informarme de cómo harían con mi nota, pues sabía que este año sería sobre 14. Cuál fue mi sorpresa al escuchar que tendría que volver a examinarme de las específicas. Aquello me pareció injusto. Yo ya me había examinado de mis específicas, ¿por qué otra vez? Del susto fui ese mismo día a apuntarme a una academia para preparar la PAU. Gracias a dios fue una falsa alarma; todavía no se había decido qué hacer con "nosotros", y al final se nos ponderó la nota: tenía un 11.500.
Para que no volviese a ocurrir lo del año anterior decidimos apuntarnos no a una privada ¡sino a tres! Las tres en Madrid. Esto supuso un gran desembolso entre idas y venidas (exámenes, entrevista personal…). Al final me comunicaron que había sido admitida en 2 de ellas, Alfonso X y la Europea. Debido al poco margen que daba Alfonso X para decidirse, me matricule en la Europea.
Cabe destacar que antes del desembolso de los 1800 e de la matricula (que no devuelven), mi madre llamó al País Vasco, pues estaba a 3 centésimas de entrar, y preguntó mi puesto en la lista de espera. Por supuesto no se lo dijeron e incluso le dijeron de muy malos modos que no tenía ninguna opción de entrar en septiembre. ¿Ninguna opción a 0.003? =S Y como de Cataluña no se podía saber nada lo tuvimos que hacer.
A la semana me comunican que he sido admitida en la UAB. ¡Ya estaba! La primera pública en la que había sido admitida, ¡qué alivio! Ahora solo faltaba encontrar una residencia. Pero mi padre no estaba muy satisfecho; el idioma le daba miedo y también la distancia, casi 1000 km. Así que cuando me comunicaron que había sido admitida en el CEU no se lo pensó y dijo que él lo prefería.
Y aquí estoy ahora, después de un año, preuniversitaria de medicina en la Universidad San Pablo CEU.
Ayer fui admitida también en Santiago, y estoy segura que en septiembre lo seré en Bilbao, pero la decisión ya es firme. Uno necesita saber dónde va estudiar o dónde va a vivir el próximo curso. Yo al menos, hasta que no tomamos esta decisión no podía estar tranquila.
Y podría pensar: “después de luchar tanto por una pública, acabo en una privada, contra todo lo que pensábamos mi familia y yo, después de un año de espera hemos tenido que tomar una decisión precipitada, de un día para otro”.Por ello hago otro llamamiento al Distrito Único. No se puede tener en vilo a miles de estudiantes durante todo un verano, un verano que tendría que ser el mejor de sus vidas, pues a partir de septiembre les espera un duro curso.
Y como bien decía una madre en otro post, en plena crisis mundial, y especialmente española, hemos "derrochado"miles de e entre viajes, matriculas… ¡Es una auténtica vergüenza!
Este es el resultado de un mal sistema, un sistema que no está preparado para la creciente demanda en medicina. Solo cabe esperar que aprendamos de nuestros errores, aunque viendo como están las cosas, ya podemos esperar sentados.
Desde aquí mando un mensaje de apoyo a todas las personas que no hayáis entrado aún, o que ni si quiera entréis este año, ¡ánimo! No desesperéis. Si de verdad es lo que deseáis seguir intentándolo. Al fin y al cabo un año no es nada, un año es madurez.
Quiero dar las gracias a mi familia, especialmente a mi abuela y sus ansias porque estudie la carrera que me gusta. Sin su apoyo esta aventura no hubiera sido posible. Y también a todas las personas que me han apoyado, como mis estupendas compañeras de Enfermería.
Y de verdad, ¡ánimo! Como bien nos dijeron el día del examen en el CEU: “éstas han sido las primeras, y por desgracia no las únicas, oposiciones de nuestras vidas”.