Soy una residente de primer año de Medicina Familiar y Comunitaria. Como muchos, esta especialidad se me presentaba gris, carente de originalidad y prestigio; la especialidad de los resignados, la de los conformistas, las de aquellos que, como yo, no tenían suficiente nota en el examen MIR como para optar a puestos más reputados, como aquellos de cardiólogo, neurólogo o ginecólogo.
Ahora, tras casi dos meses en el servicio, he comprendido la inmensa magnitud del juzgar sin conocer. De cómo Medicina de Familia es la especialidad «médica» por excelencia, una especialidad con un inmenso abanico de salidas profesionales — no sólo consultas, sino Urgencias, puestos de pediatría, ¡incluso el mismo SAMUR! Eso por no hablar de las oportunidades en el mundo de la investigación, y de la posibilidad de trabajar sobre el paciente sano (algo que nos ayuda a entender mejor buena parte de la patología y que, por otro lado, aporta su granito de arena en el mundo de la Medicina Preventiva). Desde que estoy en Familia, compruebo que no hay prestigio por el que competir, y que por tanto puedo explotar mi vocación médica al máximo potencial. Realmente siento que amo lo que hago, que puedo poner a prueba mi minuciosidad, mi empatía y mi trato con el paciente a límites más allá de la «fama» que pueda tener. Ahora, por fin, siento que realmente me estoy volcando en lo que, en un principio, me llevó a estudiar Medicina: ayudar a los demás.
Sin embargo, estoy observando también un curioso fenómeno entre los estudiantes que no me agrada tanto: y es que últimamente, parece que el prestigio de la Atención Primaria va en aumento. ¡Y esto es bueno! Lo es porque realmente los médicos de familiar son profesionales de la cabeza a los pies y merecen ese reconocimiento. Sin embargo, actualmente abunda mucho el «postureo», particularmente entre los estudiantes más jóvenes.
Seamos claros: cada vez que alguien con un número de orden muy bueno en el MIR escoge familia, todos sabemos que es un médico auténticamente vocacional. «¡Esta persona ha escogido Familia porque REALMENTE quiere hacerlo!» pensamos todos, y yo me incluyo. Este año, si mal no recuerdo, el primer puesto de Medicina de Familia se le asignó a la persona número 88 en el MIR. No es algo que haya ocurrido con frecuencia en esta especialidad, pero cada vez se ve más. Es innegable que las campañas a favor de la Atención Primaria están marcando a la gente.
Y, aún así, no dejo de pensar que a muchos los marcan hacia el «camino» equivocado. Pues son muchos (más de los que me gustaría) los estudiantes de 1º y 2º de Medicina que ahora afirman tener un deseo inmenso de hacer Familia «para estar con los pacientes», o «porque la medicina necesita humanizarse». No dejo de pensar que hay un lado turbio en todo esto (especialmente porque la mayoría de estos estudiantes suelen ser, casualmente, personas que en un principio optaron por las universidades más prestigiosas y comenzaron queriendo especialidades «de élite» como Cardiología). Qué casualidad que ahora decidan que quieren Familia, ¿no? Y es que tan postura es optar por una especialidad prestigiosa sólo por el hecho de hacerlo, como optar por lo menos prestigioso (en este caso, Atención Primaria) sólo para dárselas de humilde y vocacional.
Vamos a ser francos: humanización se requiere en TODAS las especialidades. TODAS las especialidades tratan con pacientes, y Familia no es la única que lo hace de forma directa. Casi TODAS las especialidades pasan su consulta, casi TODAS las especialidades hablan diariamente con un gran número de pacientes en planta. Empatía, humanidad, respeto y trato cercano con el paciente se va a requerir en Cardiología, en Neumología, en Familia y en cualquier disciplina médica que se precie. El postureo de DECIR que quieres Familia (y enfatizo en el «decir» porque dudo mucho que esta gente la acabe escogiendo) no es más que eso, postureo. Nadie sabe a ciencia cierta si la especialidad que escoge le gusta o no. Yo misma mantengo que Familia no me seducía en absoluto, y que ha sido ahora cuando he descubierto que me gusta. Y no, es imposible fiarse por las prácticas de la facultad, en las que (y corregidme si me equivoco) somos poco más que un ficus al lado del médico y sólo se nos permite hacer cosillas como poner la tensión o usar un poco el bisturí eléctrico. Al menos, los primeros años.
El deseo de «estar con los pacientes» y humanizar la medicina debería ser el motivo por el que escogiésemos estudiar MEDICINA… pero no la especialidad en sí, puesto que en todas ellas deberíamos poner en práctica esa humanidad. De manera que mi opinión es clara: escojamos con el corazón, aunque sea a ciegas. No importa el motivo; sólo que estemos a gusto y bien con lo que hagamos. Tan vocacional es un anestesista como un médico de familia. Tan vocacional es alguien que repite el MIR cinco veces porque no le gusta donde está como alguien que acierta a la primera. Todos somos vocacionales si nuestra atención es altruista y encarada a los demás. Y sí, yo soy de Atención Primaria y adoro mi especialidad con todas mis fuerzas… pero repetir reiteradamente que deseas ser médico de familia para que se te vea como un «médico humano» está un poco desfasado. Todos y cada uno de los médicos somos humanos y buenas personas. O, al menos, así debería ser.