¿Qué quieres ser de mayor?, Médico.

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Desde un mero juego de niño a un sueño real. “¿Qué quieres ser de mayor?” Ni una vez lo dudé. No quería ser futbolista, militar ni cantante. Por lo contrario, tenía claro que quería ser médico. Muchos me preguntaban por qué. En este momento, decía que simplemente ayudaban mucho. Sin embargo, con el paso de los años la justificación se iba racionalizando. Hay algo que une la ciencia y la humanidad; eso es la medicina. Asimismo, la compone docencia, investigación y práctica. Ayudar a los demás con tus conocimientos, haciendo ver una línea de esperanza en el mar de la enfermedad, consolar lamentos, ayudar a dar la vida, paliar la enfermedad de otros, permitir una muerte digna. Muchas veces pienso si todo esto se puede hacer sin vocación. Es una carrera de fondo, obstáculo tras obstáculo. ¿Por qué nos lo ponen tan difícil? Qué cerca está mi sueño y a la vez qué lejos. Una media monstrual, un expediente excelente, una presión mortal…La vocación dificulta la elección más importante de la vida. Llega el momento en el que tienes que elegir tu grado, pero claro no te ves haciendo otra cosa que eso que has deseado toda tu vida. Surge de aquí la temida pregunta, ¿qué hago si no entro? No tengo ni idea, pues tengo tan altas las expectativas de esta forma de vida, porque lo es, que ninguna otra opción me encaja.

Qué alegría me da tenerla. Si todo va bien, podré curar a las personas. Suena leve, pero significa mucho. Muchos me dicen que mi elección se debe al dinero, al ascenso social, al reconocimiento…, pero estoy seguro de que no. Con mi vida y mi experiencia me doy cuenta lo importante que es tener una meta en la vida. Esto hace posible seguir adelante, da la fuerza para continuar y no rendirte. Se piensa que hay que llegar a una meta y para ello hay que recorrer un camino que lleve hasta allí. También es verdad que a veces siento miedo-sí, miedo-a que no se cumplan mis expectativas, cosa que dudo.
Me llama la atención mi curiosidad por la ciencia, cómo me hago interrogante, y cómo me divierte entender un poco más la fisiología del corazón o la neuroanatomía. No soy un “friki”, ni nada parecido. Una persona de lo más normal, sólo que cuando veo a alguien me imagino su interior, cómo todo lo tiene tan coordinado. Admiro la biología humana, la naturaleza y su perfección.

Tengo fotos con mi futuro traje de guerra, mi querido pijama, mi fiel disfraz, qué feliz era llevándolo con la calle. Al fin y al cabo, ir al médico tenía su puntillo, aprendía siempre algo y descubría el hospital por dentro, aquello que tanta curiosidad me despertaba. ¿Se conectaría todo? ¿A qué olería en el quirófano? ¿Cómo funcionaban aquella diversidad de máquinas y aparatos? Mi paciencia brilla por su ausencia, de manera que con doce años aprendí a suturar con punto simple. ¡Cuántas horas cosiendo cartulinas! Yo no le quitaba los muñecos a mi hermana pequeña para romperle la cabeza, sino para rajarlo y suturarlo, quitando una aguja del costurero. El escondite no era mi juego favorito, sino jugar a ser lo que quería ser: simular una escayola con papel, una ambulancia con una bici, un parto con un muñeco, una camilla con una tabla de planchar y un larguísimo etcétera. Para escribir un libro me daría.

Poco a poco, dejaba la etapa más infantil. No obstante, aquel joven mediquillo seguía dentro de mí. Pasé del simple juego y simulación al verdadero aprendizaje. ¡Cuántas ganas tenía de saber cómo era por dentro el Harrison o Anatomía de Grey! Lo leía aunque no entendía prácticamente nada. Afortunadamente, con el tiempo la compresión iba creciendo adquiriendo un vocabulario amplio de este fascinante campo.

Más tarde, comenzaba el bachillerato. Una etapa distinta, con mucha presión por la media. El tiempo para indagar acerca de lo que me encanta se reducía, pero este espíritu no muere, ahí dentro queda. A veces lo he tenido que dejar a un lado para estudiar cosas que no me gustan nada, aunque sé que son necesarias. Ya habrá tiempo para ello. El sacrificio de hoy, tendrá recompensa en el mañana. Me encantaría tener la oportunidad de ver en primera persona el día a día de estos profesionales, cómo funciona todo. Sé que no es muy posible, por ello me tocará esperar algunos años.

Me gustaría alentar a todos los que duden de sí, los que no lo tengan claro y todo aquel que quiera a seguir adelante. La meta tampoco está tan lejos y NADA es imposible por mucho que cueste. Asimismo, a todos los que estén de pleno en este duro, pero bonito camino decirles que me den todos los consejos posibles.

Cambiando de tema, me encanta transmitir conocimiento, dicho de otro modo, me encanta enseñar. Exponer lo que sé a los demás para que aprendan me fascina también. Si lo uno a mi principal preferencia, disfruta explicando a otros algo relacionado con las enfermedades, la salud, dando consejillos de novato, aplicaciones de la ciencia. Aquí presento otro de los pilares de la medicina, la docencia.

Por otro lado, buscar respuestas no conocidas. Pensar, plantearse hipótesis, comprobarlas, hacer estadística… En síntesis, investigar. Dar soluciones no dadas hasta entonces para ayudar a los demás, relacionadas con lo que me encanta. Esa tendencia científica de hacerme preguntas la tengo. Me encantaría tener un microscopio a mi acceso y llevarme todo el día observando muestras, cultivando bacterias, haciendo tinciones… En nuestro país, la investigación no es lo más sencillo.

En conclusión, este es mi sueño y así se despertó. Lo tengo tan claro que me preocupa. Sin embargo, estoy agradecidísimo de tener el sueño de ser médico. Me parece bueno, solidario, bonito, duro… Creo que me queda mucho por conocer, por aprender y por descubrir, ¡cuánto disfrute! Mirando los planes de estudio me entran todavía más ganas y más fuerzas me salen. Queda poco para empezar lo que verdaderamente quiero si todo va como me gustaría.

Gracias a CasiMédicos, aprendo mucho de la experiencia de otros.

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