Mi primer día de prácticas

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Era mi primer día de prácticas. Me había tocado un centro de salud cerca de donde vivo, por lo que no tuve problemas para ir. A pesar de que el barrio donde se hallaba era un poco antiguo, el centro de salud era bastante nuevo y se veía que las instalaciones eran actuales.

Yo me encontraba nerviosa, principalmente porque era mi primer día de prácticas de universidad y muchos profesores comentaron en clase que existen alumnos que deciden continuar estudiando Medicina o no en función de cómo se han sentido en las prácticas. Algunos salen encantados con las prácticas mientras que otros descubren que ser médico no es su verdadera vocación, por lo que deciden dedicarse a otra cosa diferente.  Además, algunos compañeros a los que les había tocado en el mismo centro de salud semanas antes me habían comentado que una de las doctoras asignadas no solía enseñar al alumno algunas cosas de la práctica clínica, mientras que otra era muy buen médico y todo el que estaba con ella salía contento. Por suerte, me tocó esta última doctora. Cuando se presentó me habló un poco del centro de salud, de su manera de trabajar y en lo que iban a consistir esos dos días de prácticas con ella. Después de habernos presentado y haber charlado un poco, me enseñó la lista de pacientes que teníamos ese día y me informó sobre la historia clínica de cada uno. Además, insistió bastante en que le preguntara cualquier duda que pudiera surgirme, cosa que me relajó y me hizo sentir más confianza. Me dijo que estuviera muy atenta a la manera en que trataba al paciente y las distintas exploraciones que haría, puesto que más tarde lo haría yo.

La doctora me prestó su fonendo para usarlo cuando lo necesitara y me senté a su lado. Me comentó que tenía que estar siempre a su lado, sin separarme de ella. La cosa comenzaba bastante bien. Cuando llegó la hora, a las tres de la tarde, empezamos a pasar consulta. Sin embargo, la primera persona que estaba en la lista no había venido aún, por lo que ya iríamos con retraso el resto de la tarde.

Nos levantamos, la doctora abre la puerta y recibe al paciente con una sonrisa, invitándole a pasar. Ella me presenta al paciente, comentándole que soy una estudiante de Medicina y que estaré con ella durante toda la tarde. El paciente me comenta que todas las semanas ve a nuevos estudiantes de prácticas, por lo que intuyo que debe pasar bastante tiempo por ahí. Al principio, la doctora me comenta por qué le tiembla la mano izquierda al paciente. Al parecer, tiene introducido en el cerebro algo (no me comentó lo que es), que le baja hasta el pecho y de ahí hasta la mano. Me enseñó una radiografía explicándome que, aunque a simple vista parece que el paciente lleva un marcapasos en el pecho, no se trata de eso, sino de una operación que en la mano derecha que salió bien, de manera que ya no le temblaba. Por el contrario, la mano izquierda aún necesita una segunda intervención quirúrgica y por eso le tiembla tanto.

El paciente debe ir todas las semanas a revisión médica para que la doctora vea su estado de mejora y cómo se encuentra. Sin embargo, cuando la doctora le pregunta qué tal va y cómo se encuentra, el paciente respondió de una manera que me dejó impactada. Dijo que no sabía qué hacía en esta vida, que no servía para nada ya. La doctora, ante eso, le respondió con una sonrisa, cogiéndole de la mano. Le dijo que no tenía que pensar así de negativo, que comprendía cómo se podía sentir, pero que tenía que intentar tener una buena actitud ante la vida, aunque muchas veces sea complicado. Pues, como dijo ella, «siempre hay luz al final del túnel». La doctora le preguntó si solía salir como le había dicho, a dar un paseo durante media hora para hacer un poco de ejercicio, pero el paciente respondió que ya no salía de casa. Estaba desencantado con todo.  Se sentía una carga para cualquier persona y las únicas ganas que tenía eran las de ver la televisión para pasar el rato.

Una vez acabamos con ese paciente, la doctora me comentó que la actitud que la persona adopta ante la enfermedad es fundamental para su mejoría. Me ha llamado la atención lo duro que es ver a la cantidad de personas que lo están pasando mal. Me conmovió mucho ver y comprender lo mal que lo está pasando el paciente que tenía en frente. Además, el médico, como he dicho anteriormente, me contaba un poco la historia de cada paciente. Cuando conoces al paciente como lo que es, una persona, con su vida, sus preocupaciones y sus problemas te acercas tanto a la relación médico-paciente que la empatía nace por sí sola, de manera natural.

Personalmente, la situación del paciente me recordó inevitablemente a mi abuela. En el último año, ha pasado por una serie de problemas personales que la han sumido en una terrible depresión de la que es muy difícil salir. Creo que cuando alguien lo está pasando terriblemente mal, lo único que necesita es saber que tiene personas que están ahí para lo que sea. Aunque muchas veces esto sea difícil de ver y a lo mejor es cierto que no tienes a nadie de tu entorno al que puedas acudir, siempre te quedará el médico. El médico es una persona que va a intentar ayudarte y curarte siempre que se pueda. Es alguien a quien puedes acudir y contarle todo lo que te sucede, pues va a intentar comprenderte y ayudarte siempre. Quizá esto hizo que empatizara con el paciente de una manera tan natural que cuando comentó las pocas ganas que tenía de seguir en esta vida, le respondí un poco vergonzosa, diciéndole que no dijera eso. Es verdad que la vida a veces se hace cuesta arriba pero que a pesar de ello hay que intentar tener una actitud positiva ante la vida. Me involucré tanto con el paciente que al día siguiente le pregunté a la doctora por él. Me hubiera gustado darle un fuerte abrazo y ofrecerle mi ayuda para lo que necesitara.

Tras esta situación y, en general, tras mis dos días de prácticas con este médico, he aprendido muchas cosas. He podido conocer en primera persona cómo debe comportarse un buen médico. De hecho, comparando las prácticas que he hecho en los dos centros de salud a los que he ido, he podido conocer dos tipos de médicos diferentes. El que se dedica vocacionalmente a algo que les gusta de verdad y le aporta felicidad, a pesar de los años y las posibles malas experiencias que haya podido tener.  Por otro lado, el que, aunque disfrute desempeñando la profesión, lo hace de manera tan mecánica que parece que trabaja para vivir.

Tratar con personas es una tarea muy difícil, pues no es fácil llegar a conseguir que ellas acudan a tu consulta por placer, porque están encantados con el trato que les aportas. Personalmente, el médico que me tocó es la mejor doctora que he visto nunca. Salí encantada de las prácticas, agradeciéndole su buen trato y todo lo que me había enseñado. Es una gran profesional. De hecho, muchos pacientes, me comentaban que tenía mucha suerte de poder aprender de esta doctora tan espectacular. Además, otros me comentaron lo lejos que vivían y el largo camino que tenían que hacer hasta llegar al centro de salud. A pesar del largo recorrido que tenían que realizar, no les importaba desplazarse, porque merecía la pena poner su vida en manos de una gran especialista.

También he podido ver en la práctica todo lo que me habían enseñado en la asignatura de Habilidades y Competencias Interpersonales: cómo tratar con el paciente. He conocido pequeños detalles que hacen que seas mejor profesional. Por ejemplo, que aunque los médicos tengan que escribir las historias clínicas de los pacientes, deben mirarles mientras les hablan, pues mirar al paciente es algo fundamental en la relación y comunicación médico-paciente. Además, he aprendido que recibir a los pacientes de pie, levantándose y abriéndoles la puerta significa mucho para el paciente.

Asimismo, he aprendido de primera mano sobre un tema muy importante que hemos tratado en clase en diferentes ocasiones: la empatía. La profesora nos ha enseñado que la empatía es una competencia muy importante que debemos trabajar para que, cuando estemos tratando con los pacientes, nos salga de manera natural. Mi doctora tenía esta competencia tan trabajada, que el modo en que veía cómo se generaba esa conexión médico-paciente era espectacular.

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