Todos hemos oído hablar de que la carrera de Medicina es un camino sólo para estudiantes inteligentes o aquellos que son los que mejores notas sacan. Pero, ¿crees realmente que todos los médicos que ejercen la Medicina han sido los mejores de sus clases? Con este articulo intento mostrar a todas aquellas personas que por miedo al fracaso o simplemente, el considerar que esta carrera es superior a ellos, han renegado de sus sueños; que realmente son capaces de conseguirlo.
Para que sepáis un poco más del que escribe os dejo mi propia historia. Desde mi infancia no era de aquellos que sacaban buenas notas o sobresalían del resto, de hecho, estudiaba como una mera obligación impuesta por mis padres. En este tiempo, siempre me entusiasmaba el hecho de conocer una enfermedad, estudiar como funciona el cuerpo humano pero, siempre había personas, incluso los mismos profesores, que se reían argumentando »con esas notas nunca llegarás a ser médico». Sinceramente, llegó un punto en el que llegué a creer que realmente la Medicina era cosa de «los niños del 10», por lo que decidí tirar por la borda todo aquello que me apasionaba.
Siempre raspaba el aprobado, no me tomaba el estudio como parte de mi formación, sino como una obligación. Los años de bachiller fueron un poco desastrosos: no estudiaba, prefería estar en la calle con todos mis amigos, el fútbol pasó a un primer plano y la Medicina ya hacía tiempo que había desaparecido de mis posibilidades. De esta manera, comencé a barajar otras carreras diferentes que eran más accesibles, aunque contrarias a mi vocación.
Finalmente, y como cabía esperar, repetí segundo de bachiller. Hoy día no me arrepiento de haberlo hecho, porque la reacción de mis padres, y en concreto de mi padre, me marcó enormemente. Solo bastó una simple frase para hacer que me replanteara todo mi futuro y mi vida; y creédme, aún recuerdo exactamente el momento en que mi padre me decía «en esta vida, serás lo que realmente quieras ser».
Inexplicablemente, mi vida dio un giro completo, en parte, gracias al apoyo de mis padres y mi hermana; y sobre todo, a la persona que pasó a ser desde ese momento mi novia. Había recobrado las ganas de perseguir mi sueño y emprendí el camino: quiero estudiar lo que realmente me llena, Medicina.
Acabé segundo de bachillerato y la nota corte de Medicina seguía por las nubes, como habitualmente por lo que decidí comenzar un grado superior de laboratorio y diagnóstico clínico, con la esperanza de poder hacer selectividad al culminarlo.
Los años de laboratorio no fueron más que un aliento para seguir luchando por ese camino que ya había decidido tomar. Estudiar ya no era más que una simple obligación, se había convertido en una razón para llegar a lo que realmente quería ser. A partir de ahí, vi como cada esfuerzo se traducía en un logro, y cada logro en una satisfacción personal que me alentaba a seguir. He de agradecer también el apoyo que diversos profesores me dieron, animándome y dándome a pensar que la Medicina era más que una nota.
El siguiente paso se hacía llamar selectividad, y no solo era un examen que superar, sino que tenía que conseguir notas que casi rozaban la perfección. Todo esto tomaba una dificultad mayor al pensar que las asignaturas de las que me iba a evaluar en dicha prueba eran aquellas materias que durante bachillerato me habían sido aprobados por pena o por los pelos.
Biología parecía fácil, aunque Química venía pisando duro; no obstante, cada vez me sentía más cerca de mi meta. Lo que hace unos años tan solo era un idea, una mera imagen mental de un futuro poco probable, ahora ya iba tomando forma gracias al esfuerzo, al trabajo y a la constancia.
Tras esta prueba pude finalmente decir que ya era estudiante de Medicina. Sin embargo, me enfrentaba a un nuevo problema: lo difícil no es solo llegar, sino mantenerse. Seguí con lo que actualmente considero como un lema personal «esfuerzo, trabajo y constancia» y así he podido aprobarlas todas en este primer año de facultad, sin haber sido «el chico 10 que llegará a ser médico».
Creo que esta historia, mi propia historia, sirve como ejemplo de que la confianza que depositamos en cada uno es uno de los principales factores que nos impulsan a conseguir nuestras metas. Puede parecer un relato un tanto ficticio e incluso inverosímil, casi algo heroico, pero no es la imagen que quiero dar de esto; simplemente quiero que mi propia historia sirva a otros para ver que si quiere, se puede.