Lo que nos espera

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Casi es un tópico decir que las cosas avanzan vertiginosamente en el campo de la ciencia. Y la medicina no es un terreno que pueda permanecer al margen. Todas las profesiones han sufrido grandes transformaciones con la llegada de las nuevas tecnologías. Algunos oficios desaparecieron por completo, como los prestigiosos linotipistas o los preciados maquinistas de las locomotoras de vapor. Desde la irrupción de internet y de las tecnologías de la comunicación, la actividad profesional se ha modificado mucho y, lo que es peor, no tiene visos de «estabilizarse». Antes al contrario, ya no cabe pensar que uno se jubile haciendo lo mismo que hacía cuando empezó su vida laboral. Imposible. En el plazo de treinta años se han creado empresas y multinacionales que han desaparecido.

Puede parecer que el ejercicio profesional de la medicina se encuentre más protegido de estos vaivenes. Es cierto que el curriculo profesional de un médico le tiene tan metido en saber de patología que un recién licenciado o incluso un médico ya especialista no ha tenido más tiempo que aprender a sentarse a un lado de un pupitre para escuchar las quejas de los pacientes. Bueno, eso y algo de publicaciones científicas, el inglés u otro idioma y si acaso un máster. Con eso ya se le van unos doce años de su vida moza y ya piensa en sentar cabeza. Pero en esos doce años…la tecnología ha seguido su curso. En comunicaciones, en telefonía, en redes sociales, en legislación laboral,…

Un joven que empieza ahora su carrera de medicina me comentaba a raíz de mi vocación que le aventurase qué tipo de ejercicio profesional se va a encontrar dentro de doce años, cuando por fin sea responsable de un paciente. Simplemente echando una ojeada a los tratados de farmacología clínica podemos ver el gran giro que ha presentado la farmacopea. De lo que estudiábamos en la facultad hace 20 años a lo que se usa ahora, poco. En terapia biológica, entendiendo como tal los anticuerpos monoclonales, desde la irrupción de infliximab a finales de los 90 hasta ahora se han desarrollado más de treinta «-mabs» y cuantiosos «-inib», terminaciones que suelen ser comunes para estos fármacos. La quimioterapia en oncología es un festín de factores reguladores de este tipo, fármacos que no se caracterizan por ser baratos. Para un médico, asistir viente años después a una clase de farmacología es casi como viajar a otra galaxia. La revolución terapéutica en el SIDA o en la hepatitis C, muestra los logros de la ciencia para sustraernos a la muerte. Algunos creen que podremos ser inmortales en pocas décadas.

Pero la imagen de ese médico que viaja con su maletín y su recetario, con su fonendo y algunas pastillas o inyecciones; la imagen de médico de bata blanca que se sienta mesa por medio con cara más o menos afable o cansada, boli en mano ante una hoja en blanco o ante un teclado de ordenador que impide que te vea la cara; la estampa del médico que entra deprisa en la habitación del hospital donde yace un paciente, rodeado de enfermeras y un cortejo de estudiantes… estos estereotipos están llamados a ser historia. Hace poco asistí a la presentación de un libro «La oportunidad digital de la sanidad» de José Antonio Martín. Las formas de desarrollo profesional que van a prevalecer serán aquellas que sean más rentables económicamente. Ya vemos cómo también la banca, un sector de cierta rigidez, ha ido virando hacia el cierre de sucursales (reducción de personal) y promoción de las operaciones online (por la que, por supuesto, también cobra comisiones). En el ámbito académico y docente, la explotación de las redes sociales y la comunicación rápida y visualmente atractiva se preferirán a las clases académicas, las charlas o congresos presenciales. La transformación de la docencia está llegando de la mano de plataformas de docencia online. Los MOOC (que en inglés es Massive Open Online Course) traducido parcialmente al español como Curso Online Masivo Abierto (COMA), van a suponer la más que necesaria reforma del modelo docente universitario apolillado por la endogamia. Pero además la relación médico-paciente va a realizarse de manera diferente donde hay que prestar especial cuidado a la privacidad de los datos transferidos, por más que algunos, sin pudor alguno, comentan todos sus males en foros abiertos. Y lo digo también por este blog, ojo, que no debe ser un consultorio.

Todos los escollos presentes para que la relación médico-paciente se lleve a cabo en el terreno digital se irán limando. También el duro tema de custodia de documentos o privacidad de la Historia Clínica (que quizás quede reducida a un chip que el paciente portará subcutáneamente). Incluso el que más atrasado parece que está que es el del pago por los servicios. ¿Llegará a prescindirse de la visita personal? ¿Puede ser atendido el paciente por una máquina tras la cual supuestamente hay un médico que te diagnostica y prescribe tratamiento a distancia? Se están desarrollando dispositivos de registro de datos que pueden ser transmitidos a distancia en tiempo real. El médico desde hace años ya puede ver a distancia un registro electrocardiográfico, incluso «auscultar» al paciente y también hasta operarlo con la robótica que proporcionan equipos como el Da Vinci.

La docencia a través de cursos online (se acabaron las vacaciones en los congresos de las especialidades), las videoconferencias que hace que no tengamos que viajar para oír a los grandes gurús, el análisis de los datos que el paciente nos aporta vía internet (muchas segundas opiniones se resuelven así), el ajuste de las medicaciones en tiempo real a través de aplicaciones de iPAD o de telefonía móvil que hacen innecesaria la presencia del médico,… esto es lo que hace presagiar que el estudiante de medicina que hoy comienza quizás deba aprender a trabajar desde casa. Desde luego, yo después de haber realizado más de treinta mil endoscopias digestivas a otros tantos pacientes…no sé si acabaré mi vida profesional en este terreno o divulgando ciencia médica en las plataformas de medicina online. Reconozco que me gustaría simultanear ambas tareas. Porque aunque a menudo acabemos hartos de ver tantos pacientes, creo que sin verles les echaría de menos.

Indudablemente todo esto va a contribuir a engordar el Big Data: la información es poder. ¿Nos hará más longevos o más felices? Pues ya lo veremos, pero es lo que va a haber… Y estaremos en ese tren, en la evolución que nos depare la asistencia sanitaria del futuro, algo que hoy está muy lejos de lo que se enseña en las facultades de medicina.

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