En temporada invernal, cuando las lluvias se intensifican, se vuelve aún más incómodo estudiar en la Facultad de Medicina: «Tenemos goteras grandes, de las que necesitan de un cubo para aguantarlas. Y en los pasillos hay que señalizar el riesgo de deslizamiento porque los suelos mojados son peligrosos», confirma Leonardo Caveda, estudiante de Medicina y delegado de alumnos de una de las facultades más antiguas de la Universidad de Cantabria. El edificio, con cerca de 24.000 m2, se inauguró en 1976. Y a excepción de una pequeña intervención reciente –en los años 2008 y 2009– con pequeñas obras para convertir seis aulas en superficies planas, como dicta el Plan Bolonia, el edificio ha envejecido sin ninguna rehabilitación. «Lo único que se ha hecho es cambiar esas aulas, y para mal, porque ahora el que está más atrás de la tercera fila no ve nada», confirma el delegado de estudiantes.
Hace ya tiempo que el campus solicitó al Gobierno regional una partida presupuestaria para la necesaria rehabilitación del espacio. «Nadie niega la mayor. Todo el mundo es consciente de que pasadas más de cuatro décadas, el edificio necesita un lavado de cara, una puesta a punto. Pero la respuesta ha sido clara: No hay dinero. Quizá ahora no es el momento y por lo tanto habrá que seguir esperando, no nos queda otra, y hay que entenderlo», asegura el decano del centro Juan Carlos Villegas.
El problema es que el envejecimiento de las instalaciones entorpece las clases, el día a día, e incluso llega a comprometer la seguridad. «Lo de los resbalones de los suelos es una cosa de tantas. Hay muchos cables que están descubiertos, justo debajo de focos importantes de goteras», explica Andrés Treceño, miembro también del equipo de representación de los estudiantes. Porque la puesta a punto del edificio requeriría su adecuación a los nuevos usos. La facultad no es la misma que hace cuando se inauguró, y el edificio, sin embargo, sigue planteado para lo que se hacía entonces. «Así se explica que la luz se vaya de cuando en cuando en las clases», confirma Leonardo Caveda.
Más potencia eléctrica
«En lo que va de año, ya son varias veces las que nos hemos quedado a oscuras. Y tenemos que interrumpir las clases para subir los plomos». Todo se arreglaría con un incremento de la potencia contratada, que ahora se sitúa en los 362kW, según informa la propia Universidad. «Es algo que el actual equipo director llevaba en el plan electoral, pero de momento no hemos logrado ese incremento», asegura Caveda.
Las condiciones han mejorado en los últimos meses, desde que el grueso del aparataje científico del Instituto de Biomedicina y Biotecnología de Cantabria (Ibbtec) se trasladara al nuevo edificio del Parque Tecnológico. «Tiene toda lógica. Si el edificio se concibe para unos usos y luego se realizan otros, porque los equipos científicos crecen, la red se satura. Hemos tenido unos años en que los grupos de investigación adquirían aparatos muy sofisticados: Grandes frigoríficos, centrifugadoras, etc. Todo eso consume mucho, y hubo un tiempo en que estábamos al límite. Ahora se ha relajado el consumo y estamos mejor», explica el decano.
Los alumnos denuncian también la antigüedad de la instalación de calefacción. «Es un circuito cerrado, de manera que si se estropea un radiador, la calefacción deja de funcionar en todo el edificio», concretan los jóvenes.
Las últimas obras realizadas en 2008 y 2009 comprendieron solo seis aulas, el equivalente a unos 1.147 m2, tan solo un pequeño espacio respecto al total de esos cerca de 24.000 m2
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