Cuando entro en un hospital, donde todos los demás sienten tristeza, aversión, miedo, frío… yo siento una tremenda excitación. Siempre la he sentido, desde que tengo recuerdo. Una emoción incontenible me invade y se me abren los ojos hasta el límite. Sólo me dan ganas de preguntar a todos los que veo qué les pasa. Sin haber alcanzado la fase de bachillerato, ya sabía que me encantaba lo que hacían los médicos, que yo quería hacer lo que hacen ellos. Me parecía lo más increíble y divertido del mundo. Casi mágico.
Examinar a una persona enferma, averiguar qué le pasa, hacerle pruebas, y finalmente “¡arreglarlo!”. Como si fuera brujería. Hay una persona enferma, y ¡¡los médicos son capaces de enderezarlo!!
Tengo ya veinticinco años, pero al escribir este texto dejo salir la niña que llevo dentro. Esos sentimientos y pensamientos tan puros que fueron el inicio de mi camino en la medicina.
Pero en el trayecto hasta hacer realidad ese futuro deseado, resultó que nunca fui la constancia ni el sacrificio personificado. Tampoco la organización. Y, en realidad, mi autoestima no estaba muy boyante en ningún sentido, y eso no ayudaba para conseguir la alta nota que se requiere. Así, no pude acceder a la facultad de medicina después de bachillerato, y tampoco después de cursar un Ciclo Formativo de Grado Superior en Anatomía Patológica y Citología.
Sólo después de sentir que quizá acabaría dedicándome a algo que nunca me gustó, e imaginarme en una vida vacía y nostálgica, y preguntándome “¿cómo habría sido?”, y después de un “cambio de chip” radical, me formé en un segundo CFGS en Laboratorio de Diagnóstico Clínico, y repitiendo la fase específica de la EVAU (que caduca cada dos años), finalmente obtuve una nota que nunca hubiese imaginado, y que me permitía acceder a cualquier facultad de medicina de España.
Unos meses después descubriría lo que es estar en un aula con capacidad para 200 mentes brillantes, y verlas obrar su magia cada día. También descubriría lo que es sentir miedo al fracaso, dudas sobre si esto es lo que quiero hacer los próximos 10 años de mi vida… tanto sacrificio, distancia con mi pareja, comparación con la grandeza de los demás.
Pero cuando a veces estoy en lo más bajo, logro acordarme de la niña. También de mí misma hace 5 años. De cómo se sentía al ver a esos impresionantes todopoderosos con bata blanca. Consigo recordar que, en el fondo, pensaba que era imposible que yo pudiera llegar hasta aquí, y que he conseguido lo imposible.
Ahora ando descubriendo que amo la embriología, que la bioestadística se me da no muy bien, que la anatomía es dura pero apasionante, que cada día en la facultad es un aprender cosas que siempre quise saber, conocer personas que comparten mi pasión, y que también tienen miedo de no estar a la altura, y superar ese miedo juntos.
Ahora es navidad, y ando con un gripazo monstruoso. Me duele detrás de los ojos, la garganta siento que se me va a desgarrar, anoche tenía 38 de fiebre, pero un frío que pensé que me congelaba. Dejé pasar los primero tres días de vacaciones para olvidarme un poco de todo y disfrutar con mi familia y amigos, y llevo dos días más enferma. Un examen de Bioquímica General me aguarda según llego a la universidad, el día 8, y luego algunos más. Y aún no he empezado a estudiar. Panorama complicado.
Tengo la sensación, corroborada por múltiples testimonios, de que este va a ser un camino largo y tortuoso, en muchas ocasiones, pero confío en que valdrá mucho la pena.
Me imagino a mí misma, dentro de unos años, siendo feliz. Recibiendo en la consulta a personas a las que puedo ayudar y hacer cosas bonitas por ellos. Quién sabe si en el papel de una médico de familia, o de una traumatóloga, o de una ginecóloga o una cirujana cardíaca. Me imagino orgullosa de mí misma por haber confiado en mi potencial y haberme empujado a través de tantas dificultades hasta la cima. Hasta mi cima, la que a mí me llamaba al corazón. Por haberme demostrado que puedo ser lo que quiera, que el esfuerzo y la Fe en una misma todo lo vence. Me imagino orgullosa de mí por haber hecho el mundo mejor.
Invito desde aquí a todas las personas que me lean a creer en sí mismos, en lo que son, a perseguir lo que aman hasta donde haga falta y a disfrutar del camino, ante todo. A no darse nunca por vencidos, si es lo que de verdad desean. A saber que no es mejor el que llega por el camino más corto, porque el camino largo enriquece, y mucho, tanto en lo personal como en lo profesional y académico. En saber valorar el estar en un sitio como la universidad, después de haber aprendido tanto sobre la histología, sobre fisiología, sobre anatomía, sobre parámetros clínicos… Es una forma, en realidad, de corroborar que has llegado a dónde quieres estar, porque has probado antes una cucharadita del destino al que te diriges, y lo agarras con más fuerza.
También quiero acordarme de los profesores (aunque por ahora no sean muchos, porque sólo es un cuatrimestre el que llevo aprendiendo) que consiguen que estar en clase sea como un sueño. Personas maravillosas que demuestran en un segundo que saben lo importante que es que nosotros aprendamos bien. No mucho, ni rápido, ni perfecto, sino bien. Médicos e investigadores que se emocionan cuando explican, y se emocionan cuando entendemos y disfrutamos con ellos esta profesión que nos une, y que es tan importante en la sociedad. Y se aseguran de que vislumbremos nosotros el gran peso que tiene, y actuemos en consecuencia.
Finalmente, agradecer a la Universidad Autónoma de Madrid por poner a nuestra disposición los medios y la oportunidad, los magníficos profesores, unos veteranos envidiables que nos han ayudado en todo lo posible, la gran sala de disección equipada estupendamente, así como la oportunidad de encontrarnos con personas extraordinarias procedentes de toda España (¡y de fuera de España también!) de quienes aprender todo lo que podamos en el tiempo que dura la carrera, y con un poco de suerte, toda la vida.
Desde aquí la recomiendo totalmente, en contraposición con aquellos que cuentan que es el Infierno en la Tierra. Gracias por hacer mi sueño realidad: ser médico.
Gracias también a CasiMédicos por alimentar la motivación de todos los que pasamos por aquí. Por brindarnos un punto de apoyo moral y estratégico, una fuente de donde beber para no caer en deshidratación ?. Por divulgar, y por representar a la comunidad de una forma interesante, fácil y atractiva. Un saludo, con cariño, desde Canarias.