Desde que puedo recordar siempre he querido ser médico, mucho antes incluso de saber lo que la profesión médica significa. Casi sin darme cuenta estaba estudiando bachillerato con miras a entrar a la Facultad de Medicina, superando un examen tras otro; más tarde selectividad.
El drama comienza entonces, no conseguí la nota necesaria para entrar en la carrera. Entonces caí en una depresión enorme, que me hizo engordar más de 20 kg en cuestión de un año. Me matriculé en
odontología. Recuerdo el esfuerzo sobrehumano que me costaba estudiar y preparar los exámenes para aprobar una carrera que no iba conmigo.
Tenía algunas prácticas de anatomía e histología en la Facultad de Medicina, ahí podía ver compañeros de mi misma edad que sí habían logrado entrar en medicina, me frustraba saber que yo jamás formaría parte de aquello y me volvía a casa llorando cada día. Casi no había sido consciente de cuán importante para mí era la medicina… Jamás había estado más lejos de mi sueño como cuando estuve tan cerca, haciendo prácticas en la misma facultad.
Afortunadamente, en la siguiente convocatoria pude matricularme en medicina, recuerdo recibir un correo de la Universidad de Sevilla informándome de mi admisión. Cuando estaba leyendo sentí como me temblaba todo el cuerpo, en ese momento lloré, lloré como nunca antes, de felicidad, de alivio… Por fin sentí que estaba en sintonía con lo que yo esperaba de mí mismo.
Un par de meses más tarde comenzó la carrera y a su vez empecé a perder peso casi de forma milagrosa. Recuperé mi estado natural, la alegría volvía a formar parte de mi vida.
Para mí estudiar medicina fue terapéutico, fue mi tratamiento, fue mi MEDICINA. Y aquí sigo, seis años más tarde, finalizando mi carrera con la misma ilusión, ganas y alegría con las que la empecé.
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