Ilusión, dedicación y esfuerzo. Bajo estas tres consignas se instauró el programa de especialización para los médicos en el casi recién inaugurado Hospital General de Asturias, allá por el año 1961. Este proyecto que, ahora recibe la medalla de plata de Asturias, surgió de la mano de los doctores que formaron parte de la primera plantilla del centro y fue la semilla del actual programa MIR. Precursores de este método fueron Carlos Soler-Durall o José Luis Fernández Cabaleiro, entre otros. Ambos destacan «la genialidad que supuso crear un método de enseñanza para los médicos recién licenciados y además que este programa siga siendo una referencia». La primera generación de recién licenciados que cursaron la especialización en el Hospital General de Asturias estaba formada por 16 médicos. Entre ellos se contaban José Paz y Juan Ramón Jiménez. Estos doctores rememoran con añoranza los años en que cursaron la especialidad. No solo fueron compañeros de aprendizaje profesional, sino que con el paso del tiempo se han hecho grandes amigos. Esta amistad se ha ido afianzando con el tiempo, ya que ambos trabajaron en el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) y allí se jubilaron. «Para formar parte del programa de especialización, tuvimos que pasar una entrevista con la comisión de docencia. Hoy en día, los recién licenciados que quieren centrarse en alguna rama médica, deben superar un examen», señala José Paz, que hasta hace cinco años era uno de los médicos traumatólogos más prestigiosos del HUCA. El Hospital en sí fue toda una revolución respecto a cómo se concebía la sanidad hasta ese momento. Hasta los años 60, existían tres tipos de centros: los militares, los clínicos y los provinciales. A ellos se acudía según el status socio-económico y la mayoría solo atendía a los pacientes por las mañanas. Sin embargo, el General aglutinó por primera vez a todos los pacientes, y a la vez emprendió dos programas que servirían de referencia para el resto de España. Uno de ellos fue el programa para la formación posgrado para médicos recién licenciados. Hasta los años 60, en todo el territorio nacional, no había surgido un programa de ese estilo. «Antes, o tenías un padrino que te enseñase cuáles eran los procedimientos, o el aprendiz se dedicaba a ayudar o mirar. Aunque también existían centros con un aprendizaje más personalizado, como por ejemplo en los hospitales de Valdecilla (Santander), la Concepción (Madrid) y San Pablo (Barcelona)», comenta el radiólogo también retirado Juan Ramón Jiménez. Los médicos que emprendieron una nueva forma de enseñanza habían adquirido sus conocimientos en Estados Unidos o Barcelona, y el programa de aprendizaje era una copia del modelo estadounidense. «Los propulsores del programa incluyeron todo lo que habían aprendido a lo largo de sus años de formación reglada. La base de esta idea era que, en los primeros meses de aprendizaje, el control sobre el médico residente fuese muy rígido. Con el paso de los meses, poco a poco, el adjunto levantaba la mano e iba dejando que atendiese a los pacientes en solitario», esclarece Jiménez. Tan innovador fue el procedimiento de especialización que el Hospital Puerta de Hierro lo copió. «Los doctores Rojo y Segovia de Arana fueron los encargados de la expansión de este modelo de formación. Para mí esto es una reconquista como la de Covadonga», opina el doctor Paz. De forma paralela, y en los primeros años de andadura del centro, se estructuró una escuela de enfermería. Este programa de formación no fue tan pionero como el destinado a los médicos residentes, ya que existía un precedente en España que se situaba en Valdecilla. Gracias a este método de enseñanza, «la enfermería empezó a jerarquizarse», comenta el doctor Jiménez. Poco tiempo después, a finales de los años 70, nació a nivel nacional el MIR, para la formación de médicos internos residentes. «El programa de posgrado que había en el Hospital General de Asturias fue el germen», asevera Paz. A partir de este momento, la residencia solo se realiza en los centros acreditados por el Ministerio y sus tres o cuatro años de duración varían según la especialidad. Son un proceso continuo de aprendizaje y de magisterio para los médicos que un día serán la referencia de aquellos que contribuyeron a forjar. El MIR, desde su creación, está sometido a un proceso de renovación continuo, pero siempre bajo la misma base, esa que los doctores que inauguraron en Hospital General y quisieron enseñar a sus primeros alumnos
fuente http://www.lne.es/