La medicina no tiene nada que ver con lo que uno cree que va a ser antes de comenzar la carrera. Pero nada. Si hay algo que descubres día a día en el desarrollo de esta profesión es que no hay dos días iguales. He pasado unas horas muy entretenidas leyendo los comentarios de los bachilleres que quieren adentrarse en este mundo y creo que os debo unas reflexiones. Van a ser personales, como no puede ser de otro modo. Pero confío que cada párrafo os sorprenda más que el anterior.
Yo no hice bachillerato. Al menos directamente. Empecé como electricista, haciendo Formación Profesional de Electrónica y ganándome la vida soldando cables. Luego sí, lo que se llamaba BUP y COU, aunque con poca gana de hacer nada. Cuando hice la selectividad no me fue mal. Hice la preinscripción en los comedores universitarios de la Complutense pero ese día –me creáis o no- salía de casa sin saber en qué iba a preinscribirme. Mi madre me recibió en casa ansiosa de saber en qué me había preinscrito. La sorpresa fue mayúscula: “¡Medicina! ¡Pero si te da miedo la sangre!” me dijo. En mi familia no hay médicos a la redonda que sepamos, así que de tradición nada. Mi madre no salía de su asombro y le dije para justificarme: “Mamá, es que para medicina… ¡era la cola más corta que había!”.
Aquí arrancó mi vocación. Me dieron plaza en la Facultad de Medicina de la Autónoma de Madrid. Pero yo, con desavenencias en casa, preferí irme a Pamplona. La Universidad de Navarra era por entonces la única privada que impartía Medicina. Mi padre me dio 75.000 pesetas (lo que tenía) y me dijo: “El resto te lo buscas”. Sólo la matrícula costaba ese año 199.000 pesetas. Era en 1986. Al acabar sexto, la matricula fueron 425.000 pesetas. Tengo guardados los recibos, por si el Alzheimer. Los tres últimos años había sido becario del Departamento de Histología y Anatomía Patológica: daba clases y colaboraba en las autopsias. Con estas y otras actividades me ayudaba a costear mi estancia.
Las Matrículas de Honor, fueron en los primeros años de la carrera. Luego me dediqué a simultanear los estudios con otras actividades para ganarme la vida. De hecho en los últimos años de la carrera aproveché para hacer el servicio militar. Llegué a ser oficial médico, Alférez, y me lo pasé muy bien en Zaragoza, Madrid, Melilla,… incluso pasé dos meses en la Islas Chafarinas que seguro que muchos no sabéis ni dónde están. Aproveché para estudiar mucho sobre medicina militar e incluso valoré engancharme a las Fuerzas Armadas, pero por entonces ya empezaba España a “desmilitarizarse” y había bastante pesimismo entre los oficiales del Ejército.
Continué por tanto en la Universidad de Navarra como becario predoctoral. Estuve enfrascado en tubos de ensayo y reacciones en cadena de la polimerasa. Pasé muchas horas con el microscopio y con tejidos celulares. Daba algunas clases de prácticas y salía de marcha con los estudiantes de la licenciatura. Pero quería estudiar Filosofía y en la Universidad no les parecía que fuese compatible con la tarea que estaba haciendo. Tan sólo pude hacer el llamado CAP (Certificado de Aptitud Pedagógica) y me apresuré a finalizar mi Tesis Doctoral que finalmente defendí… hace ya más de 20 años. Versaba sobre apoptosis, muerte celular programada, en las hepatitis crónicas. Soy Doctor en el Programa de Biología Celular desde 1995. Apasionante.
Como no quedaba más remedio que vivir y la investigación básica no parecía tener muchos recursos, finalmente opté por presentarme al MIR. No quería academias ni sentirme opositor. Me cogí unos manuales antiguos y exámenes de otros años (vamos como cuando te sacas el carnet de conducir). Y no me fue mal, saqué el 136 en la convocatoria de 1996. Yo, que no quería demasiado trato con pacientes, me enganché al Aparato Digestivo como especialidad, animado por eso de que “algún día” volvería a ver el hígado al microscopio.
Desde abril de 1996 a 2000 no paré de hacer guardias en el Hospital de la Princesa: de todas las que me había librado en el ejército me cayeron como Residente. Aprendí mucho, muchísimo, aunque de una manera un poco espartana. Pasaba muchas horas en el hospital (de media 80-100 por semana) pero todavía quedaba tiempo para otras actividades. De hecho aproveché para hacer dos cosas durante la residencia: estudiar Filosofía y cantar en un coro como tenor.
Tanto una actividad como la otra me permitieron conocer a la que sería mi mujer, pues era soprano en el coro. Al mismo tiempo, me mantenía vinculado a la Universidad, como estudiante de filosofía y como profesor de cursos de Doctorado y de prácticas a los alumnos de medicina de la Autónoma. Pero a mí lo que me gustaba era cantar.
Al acabar la Residencia, al paro, como era lógico. Aunque duró poco, apenas un mes, pues acepté la primera oferta de trabajo que me hicieron el 15 de mayo de 2000 a las 8:23horas. Era una llamada del Director Médico del Hospital Verge del Toro de Menorca. El 22 de mayo comencé a trabajar como Facultativo Especialista de Área de Aparato Digestivo de Menorca, el mejor gastroenterólogo de la Seguridad Social de la isla. Sin duda yo era el mejor, porque no había otro: estaba solo.
Fui para un contrato de tres meses, aunque se prolongó siete años. Fueron siete años magníficos con miles de endoscopias, guardias, cientos de ecografías y de biopsias hepáticas, clases en la Escuela de Adultos, mucho sol, mucha playa… Acabé Filosofía en 2002 y aún me dio para hacer un curso de Experto en Energía Fotovoltaica. Salí de la isla con una base de datos de más de 10.000 pacientes y con cinco menorquines, mis cinco primeros hijos.
Caí en la Península en Talavera de la Reina. Desde allí hice incursiones varias: a Ávila, a Coria, a Madrid,… Talavera y su magnífico Hospital fue lugar de tránsito. Antes de dos años me había trasladado a vivir a Madrid y había dejado la Seguridad Social por la deriva que iba tomando la sanidad pública. Me adentré en un mundo laboral nuevo que era la medicina privada. Conocí los tópicos de sanidad pública/sanidad privada que fui vertiendo en el blog que escribo. Muy similares a los de universidad pública/universidad privada. Yo he estado a fondo en los dos sitios y de eso he dado fe en las distintas entradas del blog.
Desde hace cinco años opté por comenzar con una nueva actividad como empresario, jefe de mi propia empresa, de mi Clínica: te haces autónomo y entonces descubres los avatares del patrón. Como empleado, se ven las cosas de una manera. Como empleador, de otra. Son perspectivas complementarias de un mismo fenómeno, el laboral, contemplado desde dos prismas distintos. Te hace muy conciliador.
Llegué a trabajar en siete hospitales diferentes a la vez. En los últimos siete años he hecho más de 18.000 endoscopias digestivas y he trabajado en veinte centros sanitarios diferentes. Sabes lo mejor y lo peor de cada centro en que trabajas. Conoces mucha gente y muchas formas de trabajar diferentes, mejores o peores. Además he colaborado y colaboro dando clases en alguna facultad de medicina que no nombro. Aprendes a ser ecuánime, a desarrollar lo que ahora está de moda llamar resiliencia (que yo asocio al periodo de Residencia), a comprender que los objetivos se pueden conseguir por medios o caminos muy variados.
Como empresario, no me quedó más remedio que pertrecharme de esos conocimientos que llaman de gestión, algo que los médicos en general rehuimos. Hice un Máster en Dirección Médica y Gestión Hospitalaria (¿quién no tiene un Máster para adornar su curriculum?) y un Curso de Experto Universitario en Derecho Sanitario y Ciencia Forenses. Cuando mandé mi curriculum para una oferta de trabajo interesante en Australia me lo devolvieron y ponía “Overqualified”. Ya está bien.
Hace unos años comencé a desarrollar actividad divulgativa audiovisual. Me animaron a ello los lectores del blog y he grabado unos cuantos vídeos y comunicaciones. Colaboro con portales médicos como Doctoralia, con la prensa escribiendo artículos, con la radio en entrevistas o como invitado a algunos programas de televisión. De hecho recientemente he tenido que poner mi actividad asistencial entre paréntesis durante tres meses por una colaboración excesivamente exigente con RTVE para presentar un programa de salud llamado “Esto es Vida” que felizmente para mí ha terminado y me ha permitido volver a ver a los pacientes al ritmo que añoraba. Pues son los pacientes y no los libros los que nos enseñan medicina. Sólo en Doctoralia he podido responder casi 6000 preguntas con más de 5 millones de visitas.
Hasta aquí el final de mi curriculum resumido. No cuento las publicaciones científicas, mi paso por la industria farmacéutica en elaboración de ensayos clínicos o manuales de formación, los premios concedidos o los libros escritos porque eso lo cuentan casi todos los curricula. Al mostrar cuál ha sido (“está siendo”) el periplo de mi vida como médico desde sus orígenes pretendo ilustraros, queridos futuros compañeros, que el camino de vuestra vida no está escrito sino por hacer. Se puede llegar a ser lo que uno quiera ser. Nadie, absolutamente nadie, me ha preguntado nunca para trabajar en qué universidad estudié, qué número de MIR obtuve o cuantas matrículas de honor saqué. Nadie se interesó en saber si estudié con recursos o sin ellos. A nadie le ha importado si dominaba las asignaturas que aprobé o las saqué a base de chuletas. Y sin embargo, se asombran y maravillan por que esté estudiando chino y tenga mi web con información en ese idioma. China no es sólo un mercado emergente, es otra cultura, otra civilización.
Estas son las cosas que hablo con los estudiantes de medicina con los que comparto tertulias y charlas. Lo que la vida me ha enseñado en los últimos 30 años. Los “agonías” lo serán toda su vida, no se corrigen de la noche a la mañana. Y con el correr de los años, lo que más agrado genera es el tiempo que pasamos con la familia, con los colegas, con los amigos, charlando y disfrutando. Medrar de otra manera es hundirse en la tristeza del propio egoísmo. Si quieres ser médico, serás médico, pero asegúrate bien que quieres serlo, que te gusta lo que estás haciendo. Nuestra profesión nos permite tocar muy de cerca lo más espiritual del ser humano. Y eso no viene en los libros. Aprenderse lo que dicen los manuales sacaMIR para contestar bien un ítem, vale, mola. Pero si pasas por la vida sin llegar al ser humano en su parte más íntima, no habrás desarrollado tu vocación médica. En absoluto. Y pasarás frustrado el resto de tu vida, porque la frustración es la permanente insatisfacción de una necesidad. Fíjate en este resumen: no te imaginas adónde te llevará este camino que quieres emprender. Ánimo y que no te importe el cómo ni el dónde: lo lograrás.
Toda una vida REPLETA de cosas alcanzas paso a paso.
Y lo mejor está por llegar… Seguro.
Yo tuve justo la experiencia contraria. Me pasé los últimos años de instituto y bachillerato pensando en que lo que más feliz me haría sería estudiar medicina. Me empapaba los capítulos de «Urgencias» como si fueran la lección de las monjas, rebañaba hasta la última palabra de los apuntes cuando hablaban de enfermedades y tratamientos, funcionamiento del cuerpo humano, etc… hasta que me choqué con un muro.
Si no contaba matemáticas, mi media era de Sobresaliente. Pero una raya en el campo de la nota de matemáticas en mayo de 2006 hizo tambalear mis esperanzas de convertirme en una supermédica de las misiones… Pues ya no habría plazas en la universidad de mi ciudad y no tenía posibles para estudiar fuera de casa. Es decir, matricularme en Medicina era totalmente imposible.
Mi cuerpo acusó la depresión de manera fisiológica… durante ese verano, en el que me di cuenta de que yo sí sabía matemáticas, y mi profesor no, sin embargo, empecé a ver que realmente yo quería estudiar otra cosa: biología de campo. Yo me había imaginado todo el tiempo como una estudiante de medicina que miraría por la ventana y añoraría salir al campo a buscar pájaros.
Gracias a ese tropezón, descubrí la vocación de mi vida: la ornitología y la educación ambiental, de las cuales ahora trato de vivir aunque sea rematadamente difícil.
Sin embargo, el gusanillo de la medicina siempre estuvo ahí hasta que mutó en mariposa: también soy socorrista de Cruz Roja. ¡Lo que me gusta es atender emergencias!
Y así, finalmente han confluido dos caminos que siempre me habían parecido irreconciliables.
Como dice Luis Miguel… ¡la vida está por escribir!
Durante la carrera, Marta, conocí compañeros que se fueron desencantando de la opción que habían elegido. No iba con ellos. A veces nos metemos por unos vericuetos que pronto vemos que no son los más adecuados a nuestras aspiraciones. Lo importante es ir enamorándose (hoy día de san Valentín) de lo que uno tiene entre manos, como decía un antiguo anuncio de televisión «conocerte es amarte, baby»
Qué envidia.. Desde pequeña aunque suene a tópico he querido ser médico. Cuando fui creciendo, viendo hospital centrar y anatomía de grey como una loca compulsiva, me di cuenta de que quería ser pediatra y de que me encantaría trabajar en hospitales y sacar mi lado más humano en labores humanitarias. Todo se truncó en segundo de bachiller, mi nota en la PAU fue insuficiente para Medicina. Lo intenté con Enfermeria, pero está claro que soy demasiado cabezota. Deje la carrera y prepare otra vez la PAU, una vez más, me quede a una décima de entrar en mi sueño por los nervios innecesarios y la presión tan enorme que tenía encima. Hoy, escribo esto desde el grado en Odontología, pensando aún en volver a repetir la PAU y luchar por el que es, mi mayor sueño. Todo el mundo dice que el que la sigue la consigue, y yo, espero conseguirlo. Gracias por sus palabras, a muchos nos sirven de animo!!
Tengo compañeros y compañeras cuya primera titulación no fue medicina. Una durante muchos años fue enfermera. Otro había sido profesor de física y otro venía del conservatorio de música, de tocar el piano, que también es una larga carrera. Es verdad que el desarrollo curricular de un médico es sin duda de los más largos si tenemos en cuenta licenciatura, residencia, doctorado,…se pasa uno la vida haciendo tantos exámenes que llega un momento en que ni nerviosismos ni nada, como salga. Cuidado. Si pones mucho énfasis en lograr algo, lo malo no es que no lo consigas, que lo conseguirás, sino que tu decepción puede ser mayor cuando te encuentres que aquello por lo que tanto has luchado y sacrificado…quizás no valía tanto la pena.
Soy madre de una hija que está estudiando medicina en una universidad privada, porque ella ´quisiera ser forense, pero se está dando cuenta de lo difícil que es y el gasto que se genera. Ahora dice que quiere ser médico militar y bueno a mi no me parece mal, pero tengo dos preguntas claves: 1ª ¿ Con cuántos créditos aprobados se puede pasar a médico militar? 2ª ¿Se requiere una talla específica para ser médico militar? Ella tiene una talla de 155 cm. Ahora esta tan desanimada que dice que deja todo y se va al ejército ¿podría entrar ? ¿Cómo hacerlo? ¿Dónde me dirijo para solicitar o informarme? Muchas gracias
La mejor información al respecto, Paulina, la he encontrado precisamente en foros de esta web y que te copio
https://www.casimedicos.com/foro/threads/medicina-a-traves-del-ejercito.2369/
Porque al ejército le hacen falta médicos, tanto ya titulados como estudiantes de medicina, según ya ha salido publicado en El País. En el enlace que te mando del foro verás acceso a las páginas del Ministerio de Defensa donde se informa de las convocatorias y las bases. Y, por cierto, ya ha llegado al empleo de Coronel la primera mujer médico militar, tres estrellas de ocho puntas. Para el generalato sólo hay un paso…
Interesante tu relato de vida profesional Luis… No sabía que estudiaste electricista! Has hecho de todo y todo bien. Suena divertido… seguramente tu texto disuadirá a aquellos que tengas dudas o se planteen la profesión como negocio o como vía de reconocimiento fácil, trasluce mucho esfuerzo y eso desanima a los pusilánimes… pero los vocacionales probablemente se vean inspirados por tu relato. Ojalá que sea así. Se necesitan más médicos vocacionales, conscientes que como señalas van a tocar con frecuencia el alma humana. Y eso requiere una sensibilidad y un respeto muy especial hacia el ser humano que se pone en tus manos…
Interesante. Gracias por compartirlo
Enrique
Lamentablemente, Enrique, lo que queda de vocacional en los médicos que salen de la facultad…se lo carga la profesión.
Hola Benito. Me ha parecido un relato muy interesante y un testimonio de vida y lucha extraordinario. Me ha sorprendido y entretenido. Muy importante el mensaje del final.
Por otro lado China es intrigante. Supongo que allí a los pacientes les ocurriran las mismas cosas pero se les harán las cosas un poco diferentes.
Vaya usted a saber!!
Un placer
Alfonso
Muchas gracias, Alfonso, por tus comentarios. Mi opinión es que la profesión médica está cambiando a un ritmo más vertiginoso que la capacidad de adaptación de la facultades de medicina. No hablo de bolonias o planes de estudio más o menos vanguardistas cuando no esnobistas. Eso es maquillaje. Me refiero al acceso a la información, a la difusión de contenidos, a las leyes sanitarias, al desarrollo de sociedades médicas, a la movilidad geográfica y a la homologación de títulos o reconocimiento de habilidades y cualificación, al vertiginoso avance de tecnologías, al desarrollo de modelos predictivos, a la gestión de costes,…y por encima de todo ello, al escabroso análisis de las aspiraciones humanas, tanto del médico como del paciente. De todo esto no se habla en las facultades de medicina en absoluto. Y de hecho, son precisamente las universidades las que van a sufrir una grave crisis en breve, pues el modelo universitario se va a desplazar hacia plataformas docentes similares a las de Edx, donde la docencia y la acreditación serán eminentemente online. La incorporación de una medicina tradicional China que parece incompatible con la medicina occidental me parece más sencillo que la supervivencia del sistema docente tal y como lo conocemos. Porque lo que está en profunda revisión es…quién valida, quién examina, quién determina que un alumno sabe o no sabe, quién se merece un título, quién está facultado para ejercer.
Sencillamente extraordinario, asombroso. Es usted, Dr, de Benito, un «monstruo». Ha sido mi médico, ya no, no por mi voluntad, ni, supongo, por la suya, y lo siento profundamente.
Muchas gracias por tus palabras, Jenaro. La relación médico-enfermo surge por necesidad y se mantiene por conveniencia. A veces no es sencillo acertar o hay pacientes que te exigen que aciertes como dejé escrito en alguna entrada reciente de mi blog. Pero cuando se cuenta con vuestro apoyo, los sinsabores de la profesión se pasan más alegremente.
Desde tu Segovia, hoy nevada y bien nevada, un cordial saludo.
Me ha encantado la publicación.Ahora mismo son las 1:44 horas y estaba reflexionando sobre como afrontar el acceso, si lo conseguiré,etc.A veces la vocación e ilusión son superadas por una nota media. Estudié dos carreras y un ciclo de grado superior.Mi bachiller era de humanidades (o letras puras como le siguen llamando), mis carreras y ciclo son de ciencias, por lo tanto tuve un camino lleno de muros y poco a poco fuí superándolos.Tengo 31 años y estoy preparándome para el acceso a medicina , pues nunca dejé de tener ese objetivo en mente menos de 3 meses.Ahora mismo , había cerrado apuntes y me dije : » olvídalo …no vas a poder, te has estancado y te sientes frustrada tan solo de pensar que unas asignaturas o una nota media supone el emprender un maravilloso camino con respecto a lo que quieres dedicarte, por mucho que lo desees realmente … empiezas a sentirte frustrada, 31 años, ya es tarde». Por eso te doy las gracias por publicar este post días atrás ,gracias a ello estoy aquí , tras intentar recordar aquello por lo que previamente la frustración no pudo conmigo y relajarme , buscar , leer situaciones , experiencias personales.Gracias a todas vuestras publicaciones voy a seguir adelante,no soy (ni seré ) la única que crea que no puede pero saque fuerzas.Puedo.Enhorabuena por todos tus logros y de nuevo , gracias.Un saludo.
Es cierto que cada edad tiene su cosa. Parece impropio de un niño conducir camiones o de una abuela jugar con muñecas. Puede ser que, teniendo en cuenta lo largo que es estudiar medicina con el objeto de ejercer y vivir de ella (se te van diez años), empezar con 31 no parece muy práctico. Cuando había hecho que comenzar mi carrera de medicina fui a apuntarme al conservatorio de música. Quería aprender a tocar el piano. Y allí, a las puertas, me desanimaron: imposible, es usted muy viejo. Tenía 19 años y me consideraban viejo porque eso llevaba 10 años y daban prioridad en las plazas a los niños. En este relato he contado parte de lo que he hecho, no de lo que me he quedado con las ganas de hacer. Hace dos años mi mujer me pilló los papeles para inscribirme en la UNED en Historia. Me los rompió y me vino a decir que ya se me había pasado el tiempo de hacer exámenes (llevaba examinándome de cosas 41 años, desde los 4), así que…sí, cada edad tiene su cosa. Que nada ni nadie te quite el afán por cubrir tus expectativas. Yo, a hurtadillas leo historia y toco un teclado…